La eutanasia: una situación muy especial

Pocos momentos de nuestra práctica diaria provocan tanto impacto emocional como la decisión sobre la eutanasia a un animal, tanto para el propietario como para el clínico que deba aconsejar y, llegado el momento, llevarla a cabo. Intentaremos responder a las preguntas a las que la mayoría de propietarios les tocará enfrentarse en algún momento.

 

La eutanasia implica el uso de determinados medicamentos, generalmente anestésicos, que inyectados a dosis elevadas, provocan la muerte del paciente, sin sufrimiento del mismo; pasando primero por una inconsciencia, que conducirá posteriormente a la denominada “muerte dulce”. Por supuesto la situación es muy diferente en las personas y, sin que guarde relación con el debate que existe en medicina humana, en nuestra opinión la eutanasia animal, lejos de representar un problema, la consideramos una liberación frente a situaciones adversas, de sufrimiento e irreversibles. “La eutanasia es una bendición, un regalo final que podemos dar a nuestros clientes y sus queridas mascotas”, a pesar del dolor y las dificultades en las decisiones que entraña. Los veterinarios afirman que es mucho más duro y estresante hablar de ella, y ayudar al propietario en la decisión, que el propio procedimiento clínico.

 

 ¿Por qué plantearnos la eutanasia? 

 

La eutanasia se plantea ante situaciones que hagan incompatible la situación del animal, con una vida normal, entendida bajo el concepto de “calidad de vida”. Debemos tener en cuenta que los cada vez más estrechos vínculos entre animal y ser humano, condicionan en gran manera la toma de decisión, y dificultan su valoración. Para ello ofrecemos a los propietarios un cuestionario sobre dicha calidad de vida, que pueda objetivar de alguna manera esta valoración. Al igual que los efectos positivos que la convivencia con animales de compañía aporta a las personas, están plenamente contrastados, (ancianos, niños, discapacitados, presidiarios, etc.) el sufrimiento por la pérdida del animal querido puede ser muy doloroso. En muchos casos la eutanasia representa una válvula de escape, tanto al sufrimiento del animal, como a la angustia con que el propietario vive los últimos días de su vida. 

En cualquier caso, el acto de quitar la vida a un animal nunca puede ser tomado a la ligera y la “eutanasia por comodidad” debería ser desalentada, además de que la normativa lo impide. La persona que se hace cargo de un animal debe sopesar que este vivirá una serie de años, que podrá padecer ciertas enfermedades y que en ningún caso debería enmascararse la falta de interés por el perro con falsas justificaciones de salud encaminadas a la eutanasia. Otro aspecto distinto es que en ocasiones excepcionales y debido a graves problemas de comportamiento (como sucede con ciertas conductas agresivas) pudiera estar justificada. 

 

¿Cuál es el momento de optar por la eutanasia? 

 

Decidir el momento de la eutanasia no es tarea fácil y compete exclusivamente al propietario, jugando el veterinario un importante papel como asesor. Aun cuando muchos dueños nos piden que decidamos por ellos, el veterinario podrá orientar, facilitar o recomendar la eutanasia según valore el estado del animal, pero nunca decidirlo. Siempre será más fácil tomar la decisión en casos repentinos y más graves, como por ejemplo ante la fractura de la columna vertebral con sección de la médula originándose una parálisis irreversible, que ante enfermedades lentas y progresivas en las que el animal no experimentará grandes cambios de un día para otro. En estos últimos casos en algunas ocasiones y por evitar tomar la decisión, se mantiene al animal hasta situaciones que llegan a resultar crueles. No deberíamos por pena o incluso por nuestro egoísmo ante la pérdida del animal querido, mantenerlo sin una mínima calidad de vida. En general consideramos que un perro posee calidad de vida cuando es capaz de cubrir sus necesidades físicas y cumplir con unos mínimos esperados para su especie, edad y situación. El animal debería ser capaz de comer por sí solo, dar sus paseos, realizar de forma correcta sus necesidades y manifestar cierto bienestar en su vida diaria. Tal y como ya hemos comentado ofrecemos cuestionarios a los propietarios para ayudarles en esos complicados momentos.

 

Llegado el momento debemos intentar que el proceso sea tan confortable como la situación nos lo permita para todos los involucrados: animal, propietario y veterinario. Si incluso en las mejores condiciones es evidente que se trata de “un mal trago” para todos, es fácil imaginar lo dramática que puede resultar la situación con animales agresivos, difíciles de manejar, paciente en los que no se localizan fácilmente las venas o dueños que no consiguen sobreponerse a la carga emotiva del momento. 

 

¿Cómo se realiza la eutanasia en un animal? 

 

El lugar y la hora elegida deben garantizar un entorno de tranquilidad, alejada del bullicio propio del funcionamiento normal de un centro veterinario. Se debe estar preparado para recibir directamente, sin esperas, evitando pasar unos momentos complicados en la sala de espera.  Sea cual sea el método utilizado, siempre permitido por la normativa vigente, la eutanasia no debe producir ningún sufrimiento físico ni psíquico. En la actualidad, en pequeños animales se utilizan sobredosis de anestésicos, generalmente “barbitúricos” intravenosos de acción rápida. En un primer momento el medicamento duerme o anestesia al animal, para seguidamente, en pocos minutos o segundos, provocar una parada respiratoria y cardiaca, por lo que no ocasionan dolor, angustia o ansiedad. En la mayoría de las ocasiones conviene administrar previamente un tranquilizante que facilite el manejo. En general, la gran mayoría de los propietarios nos trasladan su impresión de que el proceso ha sido mucho mejor de lo que esperaban, que efectivamente ha sido una “muerte dulce”.

 

¿Puede el perro conocer su destino? 

 

Es frecuente que, con la carga emocional de estos momentos, el dueño tenga sentimientos de pena e incluso de culpa, aun cuando tenga la seguridad de hacer lo mejor por su animal. Suelen comentarnos que el perro “sabe” a lo que viene, que “se da cuenta” de todo, lo que añade aún más dramatismo al momento. Podemos asegurar que en ningún caso un perro es consciente de lo que la muerte significa, ni mucho menos puede percibir qué es lo que va a suceder. El comportamiento del mismo en estos casos se debe al habitual miedo que algunos animales pueden mostrar en la consulta del veterinario, que el dueño capta en esta ocasión de forma distinta. Otro factor importante es que el animal sí es capaz de percibir la situación anímica tan alterada de su propietario, fruto del mal momento que le toca pasar, y esto le puede provocar más inquietud. 

 

¿Cómo enfrentarnos a la muerte de nuestro perro? 

 

Una vez tomada la decisión es imposible evitar que sentimientos de pena e incluso de culpa nos invadan. Quizá la mejor forma de reconfortarnos sea pensar que hemos hecho todo aquello que estaba en nuestras manos y que, ante lo inevitable, hemos tomado la decisión adecuada. Debemos ser conscientes de que por la relativamente corta vida de nuestros perros (10-15 años) en comparación a la nuestra, nos tocará presenciar la muerte de varios, si decidimos compartir nuestra vida con ellos. La recomendación por parte de amigos o incluso del propio veterinario sobre la conveniencia de tener otro animal, si bien pensamos que según cada caso pudiera ser beneficiosa, debe posponerse en el tiempo, y realizarse con gran cuidado ya que superar la pérdida del animal querido puede precisar de varias semanas, pasadas las cuales, sí podría ayudar a llenar el hueco que ha quedado. 

Las enfermedades terminales y en especial, la muerte de la mascota, requieren una gran sensibilidad por parte del veterinario. Aunque son muchas las situaciones de gran carga emocional fruto del contacto con animal y propietario, ninguna suele ser tan intensa como la participación en la decisión y posterior realización de la eutanasia. Debido a la relativa frecuencia con que los propietarios consultan al veterinario sobre la eutanasia, es importante estar preparado para enfocar correctamente el tema. El veterinario forma parte de una compleja relación triangular junto con el dueño y su mascota, y debe ser perfectamente capaz de entender los lazos de cariño que entre persona y animal se desarrollan. Todo esfuerzo realizado en estos momentos representará una inestimable ayuda para toda la familia. Por ello, cuando hayan de enfrentarse a la eutanasia, se debería tratar tanto lo adecuado de la decisión, las opciones disponibles, el momento de realizarla, el lugar, la presencia o no de los dueños, la disposición de los restos de la mascota, etc. 

 

El veterinario debería guiarse por una máxima que comparten todos los profesionales del ámbito de la salud: “Curar cuando sea posible, pero consolar siempre”.

 

 

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