Cómo elegir un cachorro

Es frecuente que los padres, ante la insistencia machacona del niño, se pregunten sobre la conveniencia de introducir una mascota en el hogar. El hecho de planteárselo y sobre todo si consultan algún especialista, ya es un gran paso, puesto que de una primera decisión mal tomada (especie de animal, raza, tamaño, etc) se derivan muchos problemas posteriores. La decisión de adoptar un ser vivo en nuestro hogar debe ser razonada y consensuada entre todos los miembros de la familia. Está demostrado que el perro que se adopta sin habérselo planteado, con urgencia y en una situación un tanto “forzada” (pobrecito, nadie lo quiere, mira que mono, si no crece, …), es mayor candidato a presentar problemas o incluso al abandono.

Un aspecto interesante, que se ha estudiado profundamente en la actualidad, es la sensación de aislamiento y encierro que producen nuestras grandes ciudades, tanto en niños como en los mayores, y por ello la necesidad de mantener un contacto con la naturaleza. Las actividades como el montañismo, ciclismo de montaña, campamentos, segundas residencias en ambiente rural o incluso los deportes de aventura, buscan ese contacto con “lo natural”, y en este sentido creemos que se engloba el rodearse de plantas y animales en los hogares o incluso enviar a los niños a las populares “granjas escuela”. Esta es quizá la razón por la que también encontramos una gran variedad de especies que empiezan a ser utilizadas como animales de compañía (aves, peces, reptiles, insectos, etc.)

La sociedad actual reconoce las innumerables bondades de la presencia de mascotas entre nosotros, pero también es cada vez más exigente hacia una “tenencia responsable”, tanto en términos de convivencia (limpieza de las calles, molestias por los ladridos, agresividad) como de protección animal (condiciones de alojamiento, crueldad hacia los animales, control de la natalidad). En las sociedades más avanzadas los perros cuentan con unas mayores prerrogativas, pero acompañadas de unas obligaciones, para de esta forma poder ser considerados “ciudadanos modelo”, como ya existen en algunos países. Un tópico muy extendido es aquel que relaciona la presencia de animales con personas solitarias, nada más lejos de la realidad y por ejemplo en Francia las personas que viven solas poseen un 15% perros y un 30% gatos; en el caso de las familias de más de 4 personas la presencia de perros asciende a un 70% y a un 50% con gatos.

Está fuera de toda duda las ventajas que representa un animal en el desarrollo emocional de un niño o incluso de un adolescente. Algunos psiquiatras analizan la relación ser humano-mascota descubriendo que en ocasiones es más fácil establecer vínculos emocionales con el perro que con otras personas (el perro siempre está dispuesto a acompañarnos, es un incomparable compañero de juegos, nos “escucha”, nunca nos juzga, nos ofrece la lealtad más intensa, sentimos que nos necesita, ...). Un aspecto fundamental es que el animal nunca puede ser un sustituto de la familia o los amigos, tan importantes en el desarrollo psíquico de la personalidad, pero sí puede ser una buena ayuda. Un perro desarrolla en los niños el sentido de responsabilidad al depender de él la vida de otro ser vivo, debe preocuparse de su alimentación, de su salud, de sus paseos (siempre bajo la supervisión y con la ayuda de un adulto), y le obligará en alguna ocasión a renunciar a algo por tener que ocuparse de su mascota. Por desgracia vemos con demasiada frecuencia hogares en los que tras la primera emoción inicial, los perros son desatendidos y recaen todos sus cuidados en las sufridas madres ya de por sí excesivamente atareadas. Esta conducta produce el efecto contrario en el desarrollo emocional y del carácter en el niño, pues este no asume responsabilidades y desprecia el valor del cariño de su animal, que debería ser recíproco.

Los perros han sido utilizados como terapia en los niños con retraso escolar o dificultades de aprendizaje al estimular la responsabilidad, autoestima y mejorar las relaciones interpersonales. El contacto con los animales disminuye los sentimientos de soledad, crea un sentimiento de ser necesitado y querido, proporcionando la satisfacción de ser útil; desarrolla la confianza en uno mismo y enseña a asumir responsabilidades al cuidar al animal a su cargo. En la relación con otras personas el animal actúa como catalizador facilitando el contacto, disminuyendo la agresividad, ansiedad y el estrés; mejorando los estados depresivos y de soledad.

¿Cómo debería ser el perro ideal para un niño? Cuando un pequeño ve la posibilidad de tener un perro, rápidamente consulta en los libros de razas caninas y elige aquel que más le gusta, el cual casualmente suele ser un perro enorme, lleno de pelo y con un carácter muy difícil. La elección debe realizarse en primer lugar atendiendo unas características lógicas (tamaño, tipo de pelo, carácter, etc) y una vez seleccionado un grupo de animales, dejar al niño elegir aquel que más le guste pues siempre existen unas cuantas razas (o mestizos) que se adaptan a esas características. No olvidemos que existe la posibilidad de adoptar un ejemplar de un albergue, siempre y cuando este reúna las condiciones suficientes. El tamaño debería ser pequeño o como mucho mediano para que el niño pueda pasearlo, su carácter tranquilo, paciente, poco excitable, siendo por ello preferibles las hembras. El manto ideal es corto pues el pelo largo exige mucha dedicación de cepillado para mantenerlo en condiciones y quizá esto sea excesivo para un niño. Excepto que tengamos máximas garantías sobre su carácter deberíamos evitar perros adultos a los que será más difícil acostumbrarse a los niños, siendo por ello preferible un cachorro de entre 6 y 8 semanas. Otra opción es la de un cachorro de gato, que resulta mucho más cómodo de mantener ya que no es necesario sacarlo a la calle, por su facilidad para el aseo y por poder permanecer periodos de tiempo más largos sin la presencia de sus propietarios.

Insistiendo en la idea inicial, introducir una mascota en nuestro hogar seguramente será una gran decisión, pero debe ser tomada con meditación. Su veterinario estará encantado de poder asesorarle hacia qué tipo de animal es el más aconsejable (en cuanto a especie, raza, sexo, etc). El niño tiene que ser capaz de responsabilizarse de su nuevo amigo para de esta forma surtir el efecto positivo en su desarrollo que hemos explicado, y por otra para no resultar una carga para los mayores, fundamentalmente para las madres. Esto no quiere decir en absoluto que los padres puedan desentenderse del animal pues como es lógico, los niños necesitarán ayuda en muchas ocasiones. De esta forma cuando nos vuelvan a decir, ¡ papá, quiero un perro ! , podremos contestarles que sí.

 

 

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