El origen del perro y del gato

Puesto que el perro se ha convertido en el animal de compañía por excelencia en los hogares de todo el mundo, además de ser un valioso auxiliar en muchas de nuestras tareas, es normal que nos preguntemos por sus orígenes, desde cuando comparte nuestras vidas o cuáles son sus ancestros. De igual forma sucede con el gato, especie que lleva menos tiempo conviviendo con el ser humano, pero que en la actualidad es una mascota también enormemente valorada. 

 

Pocas especies, por no decir ninguna, presentan tantas variaciones morfológicas como el perro, de peso o tamaño, color y tipo de manto, conducta, aptitudes físicas o utilidad, entre los varios centenares de razas de perros reconocidos en la actualidad. No deja de ser paradójico que pequeños cambios en el color del plumaje haga que dos aves pertenezcan a especies distintas y que, sin embargo, un “Pequinés” de 3 ó 4 kg de peso, blanco y absolutamente chato, pertenezca a la misma especie que un “Irish wolfhound”, para quien no le suene, un lebrel de gigantesco tamaño, 50 kg, color oscuro y estilizado. Desde un principio han existido distintas teorías sobre este origen de nuestros perros, pero como veremos posteriormente, a la luz de los conocimientos actuales y basados en modernas técnicas de marcadores genéticos de ADN, quien comparte nuestras vidas en el interior de nuestros hogares es realmente un lobo, aunque eso sí, algo modificado. Es curioso que el gran enemigo del perseguido lobo, fruto de nuestra tradición ganadera, el perro, sea a su vez un lobo. El proceso de domesticación es aquel por el que un ser vivo (animal o planta) ve modificada su estructura genética como resultado de su adaptación al entorno creado por el ser humano. Desde un punto de vista antropológico, la domesticación ha sido considerada como un hito en la Historia de la Humanidad, con un impacto comparable al control del fuego o a la rueda, y ha influido en las distintas civilizaciones al proveer de alimento, transporte, trabajo y abrigo.

 

Salvo el perro y el gato, la mayoría de las especies domésticas son herbívoros, como el caballo, la vaca o la oveja, siendo sin embargo el lobo el primer animal en adaptarse a la convivencia con el hombre. Además, parecen ser las únicas especies, el perro y el gato, que llegaron a la domesticación de “forma voluntaria”, al acercarse a los poblados, a diferencia de los grandes herbívoros, los cuales fueron capturados y reproducidos en cautividad. A lo largo de los años, distintos especialistas propusieron teorías sobre el origen del perro como animal doméstico, haciéndole provenir de cruces entre distintos cánidos silvestres. El prestigioso etólogo Konrad Lorenz, suponía que los perros, debido a sus marcadas diferencias morfológicas y conductuales, provenían por un lado del chacal dorado y por otro del lobo. Ya desde los años 80 se empezó vislumbrar el origen único a partir del lobo, siendo confirmado posteriormente por la genética molecular y el estudio del ADN. En 1997 en la prestigiosa revista “SCIENCE“ se publicó un trabajo que confirma definitivamente que “todas las razas de perros actuales tienen una sola especie ancestral: el lobo”.  El estudio se basa en la determinación del ADN de unas 70 razas de perros, comparándolo con el de lobos y otros cánidos como coyotes y chacales de distintas especies, existiendo una gran similitud entre los primeros (perros y lobos) y grandes diferencias con chacales o coyotes. El perro y el lobo presentan un parecido genético de un 99,8%. Parece que en sus orígenes participaron distintas variedades de lobos, si bien están todavía por determinar. A pesar de su parecido físico, las diferencias genéticas entre lobos y coyotes son muy grandes, indicando que se separaron como especies distintas hace más de un millón de años, a diferencia de lo que ocurre entre lobo y perro.

 

La gran diferenciación entre lobos y perros es fruto de la convivencia con el ser humano y la consiguiente selección realizada. Por ello, otro aspecto de gran interés en cuanto al origen del perro, es desde cuándo existe este vínculo de unión entre el hombre primitivo y el perro (o lobo domesticado). Tradicionalmente se hablaba de una convivencia hombre-perro de unos 10.000-15.000 años, pero teorías más recientes confirman una relación mucho más antigua, en el paleolítico medio, al menos hace unos 40.000 años, basada en estudios evolutivos de ADN. Los antiguos cálculos se basaban en las primeras apariciones de esqueletos de perros enterrados junto a personas, hace unos 15.000 años; pero es importante tener en cuenta que el proceso de domesticación del lobo, y su consiguiente cambio morfológico que permita diferenciar los esqueletos, tuvo que tardar muchos miles de años. 

Existen referencias paleontológicas de huesos de lobo junto a homínidos de hace más de 200.000 años, siendo imposible determinar con precisión en qué momento esos lobos fueron domesticados y pudieron ser considerados como perros. La domesticación debió producirse en muchos lugares del mundo obteniéndose con el tiempo un nutrido grupo de “lobos modificados”, que fueron cruzados entre sí y seleccionados hasta ir apareciendo las distintas razas de perros. Un aspecto a destacar en este proceso evolutivo es que el perro es la única especie animal que el hombre primitivo no sometió por la fuerza en el proceso de domesticación, tal y como comentábamos anteriormente, sino que estableció una relación de mutuo interés; los primitivos cánidos ayudaban al hombre vigilando los poblados y colaborando en la caza, aprovechándose por su parte estos animales de la seguridad que les proporcionaba el hombre frente a otros depredadores y obteniendo comida fácil en los desechos y sobras de la caza. Durante la domesticación probablemente se seleccionaron los ejemplares menos agresivos y más tolerantes con el contacto con el hombre. Puede afirmarse que en toda la historia del ser humano actual (Homo sapiens sapiens) el perro, o si lo preferimos, el lobo modificado, ha estado siempre presente. Este apasionante origen de nuestro animal más querido, avala el pacto de amistad y los lazos que unen al hombre, primitivo o actual, y al perro.

 

Y, ¿qué hay del origen del gato?

 

Por su parte, el gato doméstico proviene del “gato salvaje africano” (Felis líbica), sin participación del gato montés europeo, a pesar de su parecido físico. La domesticación parece haberse producido en el neolítico, hace unos 9.500 años, en el Delta del Nilo y Mesopotamia. El ancestro salvaje es un felino de pequeño tamaño, de hábitos solitarios y muy territorial, adaptado a un clima semiárido, con amplios territorios de caza. La teoría evolutiva más aceptada indica que aquellos ejemplares más tolerantes con el ser humano, e incluso más tolerantes entre ellos, se acercaron a los poblados. 

Esta época del neolítico coincide con la transformación del hombre “cazador y recolector” en incipiente “ganadero y agricultor”, lo que inicia el almacenaje de grano y la consiguiente concentración de roedores. Los gatos más tolerantes encontraron un nuevo nicho ecológico en la proximidad del ser humano, que les aportaba protección y fundamentalmente una mayor abundancia de presas. Con el paso del tiempo estos animales al reproducirse entre sí darían lugar al gato doméstico, que se iría expandiendo por todo el mundo.

 

 

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